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     COMO Y PORQUE

      NACIÓ MI LIBRO

A partir de los años ochenta, mi familia, amigos y conocidos, que han sido testigos de mis enriquecedoras vivencias, no paraban de decirme que un día debería plasmar toda esa riqueza en un libro. Jamás pensé que fuera capaz de realizar tal aventurada y difícil labor. Sin embargo esa idea permanecía viva en mi mente y conforme pasaba el tiempo, inconscientemente, fue madurando. Durante este proceso emergió el deseo de poder dejar un bonito legado perenne y testimonial para todos mis descendientes, que ofreciera, de fuente fidedigna y de primera mano, el conocimiento sobre quién era su ancestro, algo que lamentablemente yo nunca obtuve de mis padres, y ni mucho menos de mis abuelos. A mí, que me gusta tanto estar en contacto con la naturaleza y practicar esquí alpino, suelo ir por lo menos una vez al año a disfrutar de la alta montaña cubierta de nieve. Habitualmente lo hacía en compañía de mi familia o con un grupo de amigos, pero en alguna ocasión también lo he hecho en solitario. En una de esas veces, en enero de 2004, al filo del cierre de las pistas y descendiendo hacia el valle para practicar un rato el après-ski en esos lugares dedicados a ello y donde todo el mundo quiere ver y dejarse ver, me invadió el aburrimiento por la repetida monotonía de los días. Este sentimiento me llevó a mi habitación del hotel a descansar y tomar un baño caliente para relajar toda mi musculatura entumecida por el esfuerzo de todo un día de actividad deportiva. Físicamente adormilado pero mentalmente bien despierto, conseguí abrir el cajoncito en mi cerebro en donde tenía guardada toda la inquietud del libro. Ahora que disponía de muchas horas de musa por delante, podría hacer el intento de empezar algo relacionado con mi historia, pensé. Tumbado en la cama con una hoja de cuartilla en mano, fui escribiendo títulos de capítulos que 14 pudieran ser realmente relevantes. Al principio salieron veintitrés títulos, que con el tiempo los reduje, y al final solo quedaron trece. Aquella tarde no hice más, pero fue justamente la colocación de la primera piedra del manuscrito. Mi oficina en casa fue el principal espacio elegido para comulgar con mi ordenador y dejar fluir mi memoria de lo vivido y plasmarla en su disco duro. De hecho, y por muy curioso que suene, no he tomado jamás apunte alguno sobre este aspecto. Pronto me decidí a comprar un portátil para poder hacer lo mismo allí donde fuera. Así fue como se compusieron todos los capítulos en lugares extraordinarios en todos los sentidos, como por ejemplo, en un molino chiquito al lado de un arroyo en la alta montaña por donde pastan las vacas en la Steiermark de Austria, en donde me recluí algunas semanas; en el Valle de Arán del Pirineo catalán, concretamente en Salardú; en Borreguiles, en la estación de esquí de Sierra Nevada, y en la Finca Chaconero de Villena, bodega de la familia viticultora Enrique Mendoza. Todos ellos lugares especiales para gozar de la naturaleza, y elegidos por mí por su tranquilidad, paz y sosiego, tan propensos para la creación. Me di cuenta de que me hacía falta algo que mantuviera la llama encendida para seguir escribiendo y no caer en el desánimo. Se me ocurrió comprometerme con la familia de mi esposa Cecilia a publicar en su página web cinco folios cada mes como mínimo, para que fuera apareciendo como un culebrón novelesco y todo el mundo estuviera esperando al “continuará” mensual. Así me aseguraba la finalización de mi historia. Escribir mis memorias ha sido para mí como si hubiera hecho un viaje al pasado del cual acabo de regresar en este momento.

 Mi nombre, como ya sabéis, es Albert, pero en este manuscrito quise usar el de Bértele que siempre utilizaron cariñosamente mis queridos padres y hermanos durante toda mi vida. La declinación de Albert en el sur de Alemania es Bértl y su diminutivo Bértele. En adelante, durante el transcurso del capítulo sexto, lo convertí definitivamente en el Suabo.

Después de haber vendido la mayor parte de la primera edición, para mí estaba ya todo hecho; era como haber cerrado otro capítulo más. Hasta que la suerte quiso que conociera a la maravillosa señora Pilar Embid. Al caer mi libro en sus manos, no tardó ni cuatro días en acabarlo. Con un entusiasmo poco frecuente me dijo: “Esa joyita no puede quedar enterrada en el olvido”. Culta y muy al día de la literatura en general, lo elogió con buen criterio. Su buen hacer, capacidad, empuje, voluntad y mucho cariño, me permite editar una segunda edición. Gracias Pilarica, tú también eres una joyita. Para mí, hoy día, eres una de las personas con las que vale la pena cultivar una amistad.

 Me siento muy afortunado de haber podido vivir de una manera tan intensa, tan variopinta, −muchas veces al borde de la muerte−, y tener la suerte de poder contarlo. Doy la mayor importancia a la vida familiar y a los míos, a la madre naturaleza, que es mi religión, y a la amistad para poder dar y tener felicidad. A todas las personas que se han cruzado en mi vida les quiero agradecer el afecto y apoyo que me han brindado incondicionalmente. Si hay algo que me hubiera gustado conseguir es montar una plantación de bambú (guadua) aquí en el municipio de Benidorm, en La Nucia o en Callosa de Ensarriá. Y como reflexión final comentar que los peores momentos de mi vida han sido cuando me vi privado de dormir con 16 años; cuando el avión F-27 estuvo a punto de estrellarse en Escocia conmigo a bordo, y en Lagos (Nigeria) cuando temía que me asesinaran. Mis vivencias me han enseñado que no hay esfuerzo suficiente para conseguir lo que uno se propone y hay que afrontar la vida con alegría, optimismo, fe y mucha seguridad en uno mismo. Espero que este relato os guste y os sirva para conocerme un poco mejor. 

 

 

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